lunes, 2 de enero de 2012

Enrique Vila-Matas: Dietario Voluble (2008)

De Un libro que dejé en el montón de próximas. Había terminado de leer Dublinesca que es hasta lo de ahora el que menos me ha gustado, tal vez porque siento cierta adicción a los pequeños enllaces que llevan de una obra a otra: el adicto nunca lo comprende hasta que resulta irremediable. Ese Vila-Matas es el que me importa Vila-Matas.
El que me habla de en Magris, rescata a Edith Keeler de un viejo capítulo de Star Trek, me habla de Casas Ros, de Gracq, de Malamud, viuelve a Montaigne y a Stefan Zweig, repasa el K. de Sebald y del de Roberto Calasso del que tal vez por un exceso de espectativas me pareció un trabajo de colegio, largo para el cole si se quiere. Estaba Rachel Seiffert a la que buscaré y El vuelo de Ícaro de Raymond Queneau.
He pensado mucho en el estilo que a veces son vicios adquiridos, pero que debo interpretar como lector que soy como parte la lectura, la distancia desde la que escribe, es decir, frases hechas del tipo:
La pose del que necesita colocarse frente a las descargas ilegales y elegir una postura ambigua, pero para ello hace cosas rebuscadas: Si no tenía ordenador por entonces ¿por qué no se lo pediste a la editorial que te reedita? 
Esa pose en la que dice que olvida y recuerda pero el una manera de hablar, solo invoca en su cerebro las ideas para seguir el discurso, el artículo periodístico. Bien, está bien, es una manera de esquematizar ese cerebro que no es un cuadro sinoptico o una estantería en al que ordenar el tiempo.
Pero lo mejor es todo lo otro. Que es uno de esos libros que tienen demasiados datos pero en el mejor sentido de la palabra: leeré otra cosa y luego volveré a él para anotar: para seguir con Céline y con Flaubert. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario