sábado, 12 de febrero de 2011

Sandor Marai: El último encuentro (1940)

Rápida, directa, un soplo de aire. Marai es otra manera de contar, más ortodoxa pero eficaz. Amo, de Sandor Marai, su pasión y su incansable impulso creador. Imagino para él la literatura como una evasión del ordinario mundo que le tocó vivir: estaba, alrededor de él, todo ese mundo de sombras de castillos, de personajes en salones recargados, con luces de velas y pocos sueños o anhelos.
Más acá del personaje mitificado, de todos esos escritores perdidos por el mundo viviendo la increíble aventura de crear un mundo bajo luces de flexo que iluminan mal, está lo escrito. lo escrito que es capaz de secuestrarme una mañana de sábado completa en la que abro por la primera página el libro mientras la cafetera espera espera el café sobre la vitro y el sol espera para salir de las nubes y empecemos a percibir la sensación de que está amaneciendo, más tarde y con más dudas, eso sí. Del otro lado de la aventura está la aventura de encerrarte en la habitación en la que el personaje principal recibe una carta y sin entenderlo muy bien, pasar la mañana en la cocina llena de noche y de sillones tapizados, y viajes desolados por la niebla de Europa, tomando el café que casi siempre se me queda frío, ese regusto amargo y agrio del café olvidado, y una estructura que, capa a capa te va desvelando qué sucede, que va a suceder, qué ha sucedido mientras el día avanza, tomas algo de la nevera, sigues leyendo, pasa la hora de comer y no hay música y no suena el teléfono, y sales de la historia a las cuatro o las cinco de la tarde.
Dentro de poco se hará de noche otra vez, esa sensación de no saber si has perdido el día o lo has ganado.
Nini, la Academia Militar, la guerra, Krisztina, sobre todo ella. Tal vez, leer, solo sirve para repasar y comprender tu propia vida. Sirve, como los sueños, para prepararte a lo por venir: el dolor, el nervio, la amistad, el comercio. Tal vez leer sirve como los sueños para resguardarse, como yo repito el camino de la infancia, sueño con supermercados y escaleras que termina en un muro derruido. Tal vez los sueños tampoco son importantes.
La semana pasada Vanessa me llevó al concierto de los Astrud. Por qué siempre me llevan a los sitios.. Pienso en una canción, ya en los bises: solo el tipo de la zamfona haciendo loops y Manolo Martínez, hablan del desencanto por nuestra época y de la lucha por cosas inútiles que no van a cambiar nada de forma significativa. Vuelvo a escuchar la canción y pienso que sólo comprendemos la parte de las cosas que ya está en nosotros, que malinterpretamos, completamos los huecos en que las neuronas no conectan. la canción decía:
Pega un "Post it" sobre tu nevera, para no olvidarte más. Que no se te olvide más. (...) Todo da lo mismo, nada depende de ninguna decisión.

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