lunes, 12 de julio de 2010

Charles Bukowski: Mujeres (1978)

Leer es buscar pero la búsqueda es parte del hallazgo.
El lector de poesía compró en los noventa y pequeño libro que Mondadori distribuyó por los quioscos. Lo leí por la calle, de camino a algún sitio. Allí estaban El incendio de un sueño, luego Pensión de mala muerte, luego otros. El infierno es un lugar solitario, un libro que regalé y volví a comprar, creo que por dos veces.
Después, no sé cuándo, el poeta García Báez me regalo Peleando a la contra. Creo que me lo regaló por mi cumpleaños, pero no escribió nada en el libro, así que no hubiera podido vender más caro de lo que valió en su momento si todavía estuviera entre mis libros. Pero era un libro extraño, una selección de textos, poemas y trozos de novelas, que algún tipo había reunido a capricho, así que no peleé por él cuando se fue Irene. Irene era una pesadilla que dijo me llevo mis libros.
Pero no sé adónde quiero ir. Bukowski. Con él escribir poesía parecía fácil. Puntuar también. Pero yo no tengo nada que decir. Siempre fue así. Leía como leo ahora. entonces me buscaba a mí, la construcción de una personalidad. Ahora busco a una mujer, como dice el primer cuento de esto que quieren llamar novela porque todo se puede llamar novela.
A veces creo que ya no son los autores los que dicen: He escrito esto, es un poema. He escrito esto, es un ensayo. Es un cuento. Creo que ahora es Harper Collins quien decide qué es cada cosa, o Jorge Herralde.
Hablo de Harper Collins como de un abuelo con bigote engominado que imprimía y vendía libros en lugar de como una corporación, en la que seguro que hay un muchacho poco leído —o que leyó en su día— que después se pagó un máster de Marketing Strategy.
Todo es novela ahora, si utilizando esa palabra salen más libros de las librerías. Me gusta olisquear en las habitaciones de mis amigos, lo pienso mientras recuerdo el libro que ojeé en la habitación de Guadalupe Cañadas. El libro era de la Editorial Anagrama y solo leí la contraportada. Un vago texto en el que recuerdo que venía a decir que estos textos independientes se pueden leer como un texto único unido por la figura del autor... decía, o quería decir, se pueden leer como una novela. No quiero ser sarcástico, pero el mercado impone las necesidades y las palabra y eso es el tema: hay más lectores de novelas que no leen cuentos que lectores de cuentos y de ensayos que no lean novelas. Pero de todo hay, a Helene Hanff solo el gustaban las vidas reales, los ensayos, Leigh Hunt o Samuel Pepys:
[...] salvo sus obras de ficción. jamás he conseguido interesarme por cosas que sé que jamás les ocurrieron a personas que nunca han vivido.
Los textos de Women se ordenan o parecen ordenarse de una infancia a una madurez. Son desiguales pero hay muchos buenos y sólo dos o tres que no me gustaron. Pero claro, la literatura, como todo arte depende del punto de partida del lector, de sus expectativas. Y tal vez yo buscaba las piezas de unión que Haroldo Conti deja caer por La balada del álamo Carolina.
Pero pese a estas divagaciones el viejo Hank nunca me defrauda. Hay sobre todo dos historias en este libro que prefiero, una porque me divierte y por su solidez: Pittsburgh Phil y compañía, y otra porque sí: Un mozo de cuerda con la nariz roja.

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