domingo, 16 de enero de 2011

Luis Antonio de Villena: Retratos (con flash) de Jaime Gil de Biedma (2005)

Lectura hasta tarde ayer. Lectura de una sola sentada que requiere un libro como este. Llegó a mí a través de casualidades: alguien había visto la película El cónsul de Sodoma, que no quiero ver por ese mismo impulso que me hace no ver películas de libros que me han gustado y para los que no quiero entremezclar mi imaginario personal con el de otro lector que es su director, o su guionista o lo que sea, y ese mismo me preguntó, sabía que la había leído, por la biografía de Dalmau y por este libro. Por cerrar temas El cónsul de Sodoma habla de la vida de Gil de Biedma, y además de no querer imaginar al actor como el poeta no voy a querer entrar en las disquisiciones de Dalmau, en las que sin duda entra el guión por las breves notas de los informativos, disquisiciones sobre la sexualidad. Ya sufrí el final de la lectura con una mezcla de confusión, y desconcierto al ver como entre el argumento el biógrafo apuntaba la homosexualidad como una opción de vida más relativa a la moda, y la heterosexualidad como una esperanza de salvación, una posibilidad que salva del pecado. No sé, había algo detrás de todo eso que yo sentía grosero, infame. Cerrado el tema.

Busqué en internet el libro y lo encontré en la segunda librería en la que probé suerte. No había leído nada de Villena. Una vez estuvo al lado de un amigo que también firmaba en la Feria del Libro y charlamos un rato, pero la persona y lo que ha escrito nada tienen que ver, o así debe de ser.

El librito, un breve repaso por algunos encuentros con el autor está más o menos bien escrito. Digo “más o menos” porque mis expectativas buscaban otra cosa. Las ochenta escasas páginas del libro lleno de interlineado, interletrado y márgenes produce un pequeño placer estético, por ser materialmente bello, pero luego queda el sabor de boca de alguien a quien le han quitado el plato sin aviso a la tercera cucharada.

Mis expectativas estaban justificadas por las páginas previas de presentación de Ana María Moix, que me habla de un Gil de Biedma casi en edición de bolsillo, nos dice que con la lectura de estas páginas se vuelve a recrear. Pero lo que la Moix anuncia no está aquí, probablemente se revele en su memoria al leer estas páginas la persona que ella conoció: echo de menos cosas, ese retrato más vivo que ella promete en el prólogo:
Aquí, en estas páginas, he vuelto a ver, a oír, al hombre inteligente, sarcástico, divertido, irónico y brillante que fue.
Y sigue, pero tal vez sea ella la que no se ha enterado de que va este libro dejándose llevar por sus recuerdos. Alguien debería habérselo advertido.

Me ha gustado el libro, ya digo, pero esperaba tras las palabras iniciales una visión total, una forma de ser casi transmitida de manera milagrosa. El milagro de la literatura. Y es más que un retrato con flash, diría yo, una reproducción de imágenes en fuga. Creo que eso quería hacer Villena.  No buscaba el amarillismo, sólo quería que la literatura me acercase la forma de ser de la que tanto han hablado quienes le conocieron, esperaba el magnetismo, el ser humano suyo.

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