miércoles, 30 de junio de 2010

Enrique Vila-Matas: Bartleby y compañía (2001)

Hace unos meses, cosa que probablemente sume un año o más, intenté leer El mal de Montano (Anagrama, 2002). Alguien me había hablado muy bien del autor unos días antes y decidí empezar por el azar que imponía la biblioteca. Pero la novela me resultó imposible: lenta, farragosa, como si el autor tuviera que escribir y al no saber qué o de qué, inventara un personaje que escribe perdido como él mismo. Ahora lo recuerdo, era verano o sea que hace algo más de tiempo o tal vez no, pero abandoné la novela en la página veinte, o pasada la treinta,  después de hojear que seguiría por el mismo camino del aburrimiento.
Ahora concedo. Bartleby y compañía no es una novela tan perdida aunque el personaje si es un desdibujo débil del personaje o tal vez yo estoy contaminado.
El caso es que esta novela me ha resultado más enriquecedora, más valiente que la otra, más centrada con la salvedad de ese narrador débil. El conocimiento erudito llena sin cargar, a través de la excusa de la anécdota, las páginas con esa escritura del No de la que habla y confunde las perlas del autor, que las hay —meditaciones acerca de actitudes y aptitudes literarias— con las perlas de los grandes autores.
Palabras de Cervantes, de Kafka, Perec, Rimbaud, una meditación muy divertida de Russel sobre el dos... Y deberes de lector al ver a la luz de otros a autores que debo, por mi propio bien, de leer: como a Musil.
Una novela que merece la pena. Tengo por ahí, regalado por duplicado y con dedicatoria, París no se acaba nunca al que más adelante concederé el tiempo para desempatar espero, a favor del simpático Bartleby.

Una última nota: la traducción buena de Bartleby el escribiente de Melville es la de Jorge Luis Borges, una pieza de relojería exacta y en parte suiza como los relojes.

sábado, 26 de junio de 2010

Georges Perec: Las cosas (1965)

Busqué este libro por culpa de Juan José Mediavilla que, como me quedase todo por leer, me dijo hablando de su relato María y Jérôme de nuestro Hostal Praga: Claro si no has leído Las cosas de Perec o puedes entenderlo...
Así pues meses después no lo he olvidado: Perec me transmite una forma de describir, de llenar de sustantivos de adjetivos que me recuerda algo a Onetti, pero no me hagas caso, he leído mucho y muy seguido del viejo.
La historia me ha gustado el principio tiene mucha fuerza y no es la clásica fuerza que espera el gran lector, desde el principio, como los grandes escritos, no te engaña, no te da nada masticado para que entres de cabeza.
Hay unas normas de juego y es mejor que las sepas cuanto antes.
Me maravilla esa magia con que las páginas se multiplican en descripciones sin mucha acción, porque al tiempo te muestran a los personajes que se extienden en acciones sin valor que son las que los explican.
Una novela breve pero muy bien traída, con la sensación de que la clave se la dio el pretérito imperfecto, el tiempo verbal que sobrevuela toda la historia: "Soñaban", siempre en tercera del plural, aunque esto no lo he contabilizado y habría que ver el original en francés. No puedo más que confiar en los traductores, en Jesús López Pacheco en este caso.

martes, 22 de junio de 2010

Albert Camus: La peste (1947)

La fuerza de la novela reside —tal vez es así siempre— en el principio y en el final. La fuerza con que arranca a través de la descripción de las ratas se pierde en el desarrollo de lo que luego se ha convertido en un género. Me refiero a la novela apocalíptica, al "what if" que emplea el desaparecido Saramago en el Ensayo sobre la ceguera que leí en 2000 en el D.F., la novela pasada a miniserie de Stephen King que si recuerdo se titulaba The Plague, y tantas y tantas.
Muy bien la voz del narrador, ese anonimato que se mantiene en equilibrio y no se deja caer hasta el final, casi ya sin darle importancia al efecto.
¿Lo importante en arte es saber quién fue el primero?, porque ahí entiendo que reside en gran parte la originalidad de esta novela que tal vez me ha gustado más que El extranjero, no sé si por la novela en sí o por las altas expectativas no copadas en esa novela.
Pero tanto aquí como en la de Saramago que consideré muy mal solucionada, hay pasajes tediosos y hay momentos hermosos: me gusta especialmente ese monólogo de Tarrou en que Camus describe la plaga como metáfora, ya hacia el final de cuarto capítulo:
[...] he llegado al convencimiento de que todos vivimos en la peste y he perdido la paz. Ahora la busco, intentando comprenderlos a todos y no ser enemigo mortal de nadie. Sé únicamente que hay que hacer todo lo que sea necesario para no ser un apestado y que sólo eso puede hacernos esperar la paz o una buena muerte a falta de ello. Eso es lo único que puede aliviar a los hombres y si no salvarlos, por lo menos hacerles el menor mal posible y a veces incluso un poco de bien.
He buscado —o he encontrado no sé sin con razón— esos ciertos paralelismos de los que Vargas Llosa hablaba en su estudio sobre la obra de Onetti de este con aquél pero claro, no puedo elegir leyendo originales de uno y traducciones del otro. Y además ¿hay que elegir en literatura? ¿Qué libro elegirías para llevar a una isla desierta?

miércoles, 16 de junio de 2010

Mario Vargas Llosa: El viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti (2008).

Hace años había leído Cartas a un joven novelista (1997), libro del que no recuerdo nada —esto parece el poema de León Felipe— si no es cierta obsesión por un relato muy corto de un tal Augusto Monterroso, algo de un dinosaurio. Tal vez he echado en falta un hilazón más sólido. Esperaba en este libro, sí un ensayo, pero tal vez algo más, y en ocasiones algo menos.
Ejemplos de algo más: una forma de ahondar en el espíritu de Onetti y puede que en su biografía, cierta revelación sobre algo que había intuido pero a lo que no había dado forma en mi cabeza: la capacidad de Onetti para revelar las fabulaciones diarias con que sus personajes se construyen como una coraza con la que enfrentar a la realidad —.
Ejemplos de algo menos: menos biografía propia como no empezar el libro que habla de otro con meditaciones sobre la bibliografia propia. Luego ese yo denso que impera en Vargas Llosa se atenúa, por suerte —es algo que siempre me cansó— y se distrae en Onetti y en sus fórmulas pero también en repasar de principio a fin el argumento de todas sus novelas y de algunos de los cuentos.
Mario, no se rellena un libro gordo destripando al lector la obra de aquel a quien se estudia. Es más difícil, claro, pero debes de buscar fórmulas para no destriparle a la gente el final de Los adioses (ya no digo nada de tu aportación a la interpretación de la relación con la mujer más joven), fórmulas con las que crear una nueva ficción sobre el mundo de ficción sobre ficción de Onetti. Ahí es donde más me ha decepcionado el libro que por otro lado me ha enseñado y me ha hecho recapacitar sobre muchas cosas —el lenguaje propio para el escritor, las búsqueda de estrategias—. Podrías haber aprovechado para crear una sitil forma de ficción, la del hombre ficticio que se desnuda mientras habla de la obra de otro. Véase El loro de Flaubert, de Julian Barnes.
Por lo demás, ya lo he dicho, me ha entretenido, me ha enseñado cosas y ha guiado una meditación global sobre la obra de Onetti, como un "a vista de pájaro" o algo así que me ha ayudado.
En lo extraliterario me ha entristecido —pero no es culpa de Vargas Llosa, claro— leer su visión de América Latina a partir de la decadencia de Montevideo, porque en esa meditación sobre el desencanto he encontrado muchos paralelismos con la situación de España con esa economía "con pies de arcilla" y esa falta de ilusión.
Y en fin un libro al que creo no se le han aprovechado todas las posibilidades pero que tiene mucho bueno, que da mucho que pensar y con lo que disfrutar, a cualquier onettiano.

lunes, 14 de junio de 2010

Michel Houellebecq: Plataforma (2001)

Tenía curiosidad por leer la que creía era la segunda novela de Michel Houellebecq. No lo es, por lo visto la segunda es Lanzarote, pero con todo lo que más me interesaba es ver cómo se las apaña uno después de haber escrito algo complejo, pretencioso, para hacer algo que esté al nivel. Digo pretencioso en el buen sentido de la palabra: para escribir, para crear, es necesario tener pretensiones, querer llegar más allá, y la apuesta futurista del final de Las partículas elementales era complicado de emular sin resultar repetitivo.
Bueno, la novela es mejor y peor que la anterior. No consigue el ascendente final de la otra, el aporte futurista que la convierte (todo a mi modo de ver, sobra decirlo de continuo) en más duradera. Pero luego es mejor en la construcción de los personajes: los hermanos Djerzinski eran demasiado complicados, sus vidas abusaban de la sordidez y a veces costaba saber de cual de los dos te estaba hablando —y en algo se tienen que diferenciar dos mediohermanos...
Aquí Valérie es un personaje más complejo y Michel Djerzinski sólo lo logra el el repaso del personaje al que obliga la coda final y que a su vez desdibuja para siempre a su hermano Bruno.
Interesante, entretenida, eróticamente hablando mejor también que la consecución del Brave New World de Huxley en el que encuentra a la vez su mayor acierto literario. Aquí mi sorpresa es el poner el centro en el turismo sexual y el juego que hace con el lector de amor/odio, comprensión/rechazo en el que te hace pensar. Y eso es la novela.

viernes, 11 de junio de 2010

J.M. Coetzee: Desgracia (1999)

Bueno, la he terminado hace un rato así que no sé si estoy preparado para hablar de Desgracia, los juicios prematuros no suelen ser buenos. Empezaré diciendo que no sé qué es lo que esperaba de esta novela, tal vez más, llevado por la sensación que me causó un comienzo fallido de Diario de un mal año hace un par de ellos, de años digo. Esperaba una estructura más compleja de la que ya hablaré cuando lo lea. Pero Disgrace me ha parecido un texto que toca, roza a veces, pero no ahonda.
Gustan: la impresión de una Sudáfrica que convive entre el desarrollo y el mundo que se niega a él, alguna vaga meditación sobre el primitivismo occidental y su moral progresista, y un buen comienzo, una promesa que dura dos capítulos y que avanza a la deriva a partir del quinto. Ese es el problema, que no sé si la historia deriva guiada subterráneamente por Coetzee o simplemente va hacia adelante con muchos esfuerzos y sin certeza de que haya algo más allá (pienso en un Cristobal Colón sin el chivatazo de un portugués errante).
Pero el autor, me dice mi instinto va hacia adelante sin guía y tal vez eso se nota en el final. No volveré con Beethoven, ah, ya lo he hecho otra vez.

domingo, 6 de junio de 2010

Michel Houellebecq: Las partícula elementales (1998).

Sorprendente. Un a novela que me ha dejado pensativo, una de esas novelas que me gustan porque me aportan, porque me dejan repasando mentalmente. El giro inesperado, el crescendo final, en parte resumen en parte fuga, que en toda creación larga rige en secreto La novena de Beethoven, te obliga a recapitular, a reconsiderar todo lo que has leído.
Me hartó o me aburrió en algunos puntos el exceso de sexo explícito, pero ha quedado compensado y perdonado, o releído desde el ángulo, desde el desencanto vital desde el que Michel Djerzinski redacta sus Clifden Notes.
Supongo que eso es la novela, crear espejos, reflejar nuestros días o nuestro pasado, darle un sentido extraordinario a la monotonía. esta llenará muchos más, estoy seguro.

miércoles, 2 de junio de 2010

Stefan Zweig: El misterio de la creación artística. (1924-1939)

Un librito construido con varias conferencias del autor a lo largo de su vida. Me impresionaron sobre todo la de Proust, la de los últimos días de Nietzsche y la que da título al libro. Más, aquello relacionado con los misterios de la creación: la lucha de Beethoven, que es para mí el gran creador desde quien se rige ese misterio de la creación. Un libro pequeño y nada denso que se lee con placer, de esos que te gustan de una forma que hace difícil decir otra cosa que lo que dice el libro.