sábado, 17 de julio de 2010

Robert Musil: Tres mujeres (1924)

La liberta más caótica del mundo. Una liberta de cartón marrón en la que en continuo temporal aparecen libros que leer, cosas que comprar en el supermercado, facturas que atender, amigos a los que llamar, cosas que recogemos y llevamos de un lado para otro, y los libros que nos tienen que devolver. Esta libreta se podría convertir en mi testimonio vital, el testimonio del desconcierto, la creación anterior a la creación, la desordenación del cosmos, la nada que escribo indistintamente con la mano izquierda o con la derecha, no porque sea más inteligente, como dicen que son los ambidextros, sino porque Susana Barragués me dijo algo relativo a ejercitar el hemisferio derecho del cerebro al escribir con la izquierda y yo, que no quiero que mi cerebro se duerma, hago todo lo que se me ocurre, cosas tan enrevesadas como comer pescado. 
Luego tacho algunas cosas de la lista de la compra, algunos libros devueltos, algunos libros leídos como este de Robert Musil. Al encontrarlo en Bolaño, en Vila-Matas, he recordado que yo ya tenía ese libro, en una traducción al francés que nunca podré leer. Uno de los pocos libros que me quedé o que tu me dejaste, nadie entiende o nadie recuerda, ya lo he dicho, nos inventamos.
Pero cuando lo terminé, un libro que me ha costado lo suyo tal vez porque esperaba otra cosa o porque intuyo que hay algo en la traducción que no ha llegado hasta mi. En mi traducción española de Drei Frauen, en la urdimbre de la prosa había algo que no está, pero no sé, es como en esas historias en las que el personaje cree que lo están siguiendo y solo puede ser verdad u obsesión. Pero más allá de esa bruma de los idiomas estaba el mejor de los textos, el más cercano y en eso el más universal: "Tonka".
Y sí, probablemente sea obsesión, pero quién se atreve a decirme que es mentira. En tu libro, una edición barata pero en pasta dura, ese mal papel de pésimo gramaje en el que imprimen por media Europa, subrayado a lápiz en una línea irregular:
Desde entonces iba acordándose de muchas cosas que hicieron que fuera algo mejor que los demás, ya que en una vida brillante se había posado una pequeña y cálida sombra.

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