martes, 8 de mayo de 2012

Pilar Adón: El mes más cruel (2010)

No sé. Y supongo que es un problema de expectativas. Cuando encontré la portada de este mes más cruel creo que me llamaron la atención los ojos, debajo el título de Eliot, luego la edición, muy cuidada.
Entonces pasé algunas páginas y descubrí poemas entre los relatos, eso me provocaba mucha desconfianza, más porque eran poemas puestos por poner, sin tono. O si tenían un tono tendría que leer el libro para saber el por qué. Pero reconozco que mi primera impresión fue la de que los poemas servían para sumar páginas, algo tan lícito como cuando a Unamuno su editor le pedía más páginas y hacia posfacios y pre-prefacios, pero que es mejor ser Unamuno para meterse en el berenjenal. 
Ahí me aparqué las impresiones para leer el libro. Pero me distraía, pensaba, en mitad de una lectura que no me ha enganchado en absoluto, que tal vez sea mejor tener una portada más fea y un libro con más peso: cualquiera de esas feas ediciones inglesas de Eliot, y peor: la primera edición del Old Possum's Book of Practical Cats, horrorosamente dibujada por T.S. pero con gatos fornidos como el misterioso Macavity.
Volví a la lectura intentando entender qué había querido hacer la autora: una cosa como medio de misterio, unos personajes que pueden ser todos el mismo o casi. Y eso sería bueno si pretendiera confundirnos, significar, como intentaba Izamid, que todos los personajes son el mismo luchando por sus pequeñas ilusiones, pero no tengo la sensación de que esa falta de peso de los caracteres sea buscada.
Me ha gustado un poco el relato «El fumigador» y sí el breve relato sobre Scott de vuelta del polo norte. Pero en lo otro me he empeñado en descubrir ese peso del que había oído hablar.
Tal vez es que no sabes, Isidro, me digo a mí mismo, y paso a «Para que nada cambie» y sigo con «Noli me tangere». Y vuelvo hacia atrás, para volver a leer: hay algún momento inquietante pero no consigue equilibrar la levedad de todo lo otro, no hay un ritmo contundente en la prosa. No digo que todo el mundo tenga que escribir como Onetti o conseguir la sensación de elipsis que me da el editor de Carver, pero otra cosa, eso que no sabemos que buscamos hasta encontrarlo, que no depende siquiera de la intención del autor y que es lo que da peso a una obra.

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