sábado, 3 de julio de 2010

Henry Miller: Nueva York, ida y vuelta (1935)

Un sabor agridulce y la sensación de que si alguna vez Miller no intentó dosificar su trabajo en estas notas que se ordenan a en un todo, pero también en una coda de Trópico de Cáncer.
Hay demencia, necesidad de ser más salvaje, de atarse menos a cualquier norma. Un  libro escrito para sí, imagino. Lleno de divagaciones de una actualidad que es 1935 y que es ahora, personajes que utilizan, mientras buscan la claridad, estructuras de pensamiento que les son ajenas:
No como Bélgica, que está una país atrasado porque valones tiene sólo cuatro y medio millones y quieren que Flandes habla francés también. Más de ciento años pasado Bélgica separada de pueblos holandos. Eso estaba muy malo para bélgicos gente. Gentes Estados Unidos está mucho mejor. Todos trabaja y va adelante. Sola cosa tonta es dinero; dinero hace gente tonta y por eso se ponen haraganes y piensa nada más que placer todo tiempo. Ningún desarrollo de cerebro para que todo mundo está educado y alcanza éxito como ustedes llaman en la vida. 
El personaje, compañero de travesía del narrador habla este inglés que en mi lectura es una traducción argentina que dice 'nafta' y 'pollera'.

Y en general, pese a no tener que ver con lo que yo había inventado o esperaba, me ha gustado. He entresacado un vago ramalazo de esa búsqueda en las breves frases que dedica a Anaïs Nin, muerta en Los Ángeles probablemente durante la redacción de estas páginas, en 1977.
La sensación extraña durante la lectura de que no me estaba gustando lo que leía y esta sensación cálida unas horas después de terminar la novela de que Miller sabía lo que se hacía y como buen escritor deja pruebas de ello:
Cuando andas por esta calle sabes que lo que los intelectuales dicen todo es mierda que el arte está muerto, que no hay público, etc. Esta pequeña calle es prueba de lo que digo. Cualquier cosa que se diga en ella es mentira. Esta calle te permite vivir. El día en que camines par ella comprenderás de qué hablo yo siempre. Ese día la pérdida que tienes a un costado, o lo que sea, cesará. Te lo garantizo.

2 comentarios:

  1. Hola amigo, el principio del párrafo dice:
    "¿A qué viene esto? ¡Ah, sí! La compasión. Caminando por la rue Bonaparte el otro día, por mucho que parezca ilógica, recapturé el espíritu de la cuestión. (...)"
    Así pues, Rue Bonaparte.
    Saludos!

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