Una reconciliación. Y la breve envidia que imagino en quien escribe una novela como esta: tienen que ser divertido, pero no divertido como el ocio del turista o la charla con amigos, más como el ocio secreto de la montaña rusa, ese estar quieto y ver adentro todo lo que va pasando.
Últimamente no anoto tras mis lecturas, y eso hace que se borre la impresión primera, las ideas centrales que pienso en anotar y se diluyen. Después de Bouvard y Pécuchet y de las cartas de Maupassant a Flaubert, tardé unos días en decidir por dónde seguir, hay lecturas intensas que requieren de tiempo, de asimilación silenciosa.
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