sábado, 21 de agosto de 2010

Christopher Nolan: Origen [Inception] (2010)

Bueno: una película no es, obviamente, un libro. Pero un buen guión original sí es una forma paralela la la de una buena historia contada en 150 folios que se convierten en 150 minutos según las normas de la industria americana. Como quier a que sea me ha impactado la fuerza narrativa de esta historia que tiene que ver mucho con ciertas obsesiones sobre lo onírico de esa novela, entorno al mundo de los sueños que Miguel Izamid lleva años prometiéndome que está a punto de escribir.
Izamid habla de una novela para la que creo que ya ha hecho varios esquemas, uno  diferente para cada una de las veces que hemos hablado. Yo le digo que no haya más esquemas y que escriba. Pero en su cabeza se van añadiendo ideas que con el paso de loa años será imposible ordenar de una forma coherente. En una de las primera versiones de esa novela un tipo despertaba de uno de esos sueños en los que todo es tan real, tan tangible, que su personaje se quedaba bloqueado, como parado en mitad de la realidad. Ha soñado con una mujer que desapareció de su vida todavía no sabe, o no me contó, por qué causas o por que errores: llámense también decisiones, opciones, ... Luego intentaba recrear ese sueño o un episodio siguiente a ese sueño inicial, y por algún azar el fenómeno se repetía con una intensidad similar, y una escena posterior en los que él era capaz de controlar la realidad del sueño y hablar con ella sobre estos raros encuentros. Luego no sé como seguía el asunto. Supongo que el tipo seguía peleando por recrear esa realidad del sueño en lugar de tomar las riendas de su vida. Pero un tiempo después, tras varios meses de intentos sin fruto de recrear la atmósfera previa a su sueño, de leer libros sobre la inducción de los sueños... será mejor que no siga si no quiero perder a un amigo. Aunque estoy casi seguro de que esa novela ha seguido creciendo y ya en poco se parece a cualquier cosa que pueda yo contar siempre he intentado en esta bitácora no ser un spoiler, o como decimos en castellano simple un revientapelículas, libros en este caso.
Volviendo al tema de la película,

miércoles, 18 de agosto de 2010

Julio Cortázar: 62/Modelo para armar (1968)






En un tiempo Morelli había pensado un libro que se quedó en notas sueltas. La que mejor lo resumía es ésta: «Psicología, palabra con aire de vieja. Un sueco trabaja en una teoría química del pensamiento.  Química, electromagnetismo, flujos secretos de la materia viva, todo vuelve a evocar extrañamente la noción del mana; así, al margen de las conductas sociales, podría sospecharse una interacción de otra naturaleza, un billar que algunos individuos suscitan o padecen, un drama sin Edipos, sin Rastignacs, sin Fedras, drama impersonal en la medida en que la conciencia y las pasiones de los personajes no se ven comprometidas más que a posteriori. Como si los niveles subliminales fueran los que atan y desatan el ovillo del grupo comprometido en el drama. O para darle el gusto al sueco: como si ciertos individuos incidieran sin proponérselo en la química profunda de los demás y viceversa, de modo que se operaran las más curiosas e inquietantes reacciones en cadena, fisiones y transmutaciones.
»Así las cosas, basta una amable extrapolación para postular un grupo humano que cree reaccionar psicológicamente en el sentido clásico de esa vieja, vieja palabra, pero que no representa más que una instancia de ese flujo de la materia inanimada, de las infinitas interacciones de lo que antaño llamábamos deseos, simpatías, voluntades, convicciones, y que aparecen aquí como algo irreductible a toda razón y a toda descripción: fuerzas habitantes, extranjeras, que avanzan en procura de su derecho de ciudad; una búsqueda superior a nosotros mismos como individuos y que nos usa para sus fines, una oscura necesidad de evadir el estado de homo sapiens hacía... ¿qué homo? Porque sapiens es otra vieja, vieja palabra, de esas que hay que lavar a fondo antes de pretender usarla con algún sentido.
»Si escribiera ese libro, las conductas standard (incluso las más insólitas, su categoría de lujo) serían inexplicables con el instrumental psicológico al uso. Los actores parecerían insanos o totalmente idiotas. No que se mostrarán totalmente incapaces de los challenge and response corrientes: amor, celos, piedad y así sucesivamente, sino que en ellos algo que el homo sapiens guarda en lo subliminal se abriría penosamente un camino como si un tercer ojo  parpadeara penosamente debajo del hueso frontal. Todo sería como una inquietud, un desasosiego, un desarraigo continuo, un territorio donde la causalidad psicológica cedería desconcertada, y esos fantoches se destrozarían o se amarían o se reconocerían sin sospechar demasiado que la vida trata de cambiar la clave en y a través y por ellos, que una tentativa apenas concebible nace en el hombre como en otro tiempo fueron naciendo la clave-razón, la clave-sentimiento, la clave-pragmatismo. Que a cada sucesiva derrota hay un acercamiento a la mutación final, y que el hombre no es sino que busca ser, proyecta ser, manoteando entre palabras y conducta y alegría salpicada de sangre y otras retóricas como esta.»
Julio Cortázar, Rayuela