lunes, 5 de julio de 2010

Roberto Bolaño: Una novelita lumpen (2002)

Creo que esta es ya la novela de Bolaño que no había leído. ¿Por qué he leído todo Bolaño? No lo sé, en realidad tengo mucho que criticarle, sobre todo en sus novelas más cortas en las que crea fragmentos de nada qu solo me transmiten la necesidad de llenar páginas: hablo de Estrella distante, prolongación de un capítulo de La literatura nazi en América; pero hablo de Amuleto, en la que también repite alargando párrafos de Los detectives salvajes; hablo de cierto capítulo con el que casi devuelvo Monsier Pain a la biblioteca, hablo de Nocturno de Chile... Solo encontré excusa para este método en 2666, pero a veces dudo si estaba en mi o en sus páginas ese intento de materializar lo sórdido y cotidiano de nuestro tiempo a través de la repetición de la sordidez, del verbo que muestra cosas llenas de sorpresas y te explica con la misma vehemencia cosas que ya entiende un niño, o un chaval.
Hablo de las líneas que llena esplicándote no sé qué rollo con un preservativo. Dos, cuatro, o seis líneas, da igual para explicarte cosas obvias. Pero en 2666 lo veía parte del sistema, parte del horror cuando se explayaba en el horror de los asesinatos de Sonora, por ejemplo, una creación artística como el que une manchas de óleo para crear algo informe que transmita horror.
No me pasa eso con Una novelita lumpen o con La pista de hielo, pero con todo, hay un hombre detrás que intenta ver el mundo, pero al que le cuesta crear argumentos.
Sucede con Veronique, a veces pienso que su belleza estaba ahí en las fotos, en un gesto, otras pienso que, no lo digo yo, lo decía Luis Cernuda, la belleza estubo allí pero en mis ojos. Ahora en mi memoria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario