viernes, 21 de enero de 2011

Alessandro Baricco: City (1999)

Extraño, hay algo extraño pero real, lleno de fuerza en City. Hay una desconstrucción, un desmembramiento y una reconstrucción.
Está todo lo que uno busca en una novela, en la contemporánea y en la de todos los tiempos: personajes bien construidos sin que construir signifique describir, y una trama ordenada, es decir con cuerpo, una mimbre de historias entrelazadas, y todo eso cubierto por el paraguas de la gran literatura: Ulysses. Conseguir hacerte trabajar sólo un poco para que el personaje se haga tuyo o se haga en ti y no te deje escapar.
City tiene un esquema que me siento tentado de intentar dibujar como Pérez Millán dice que hizo con Último tango en París: entrando una y otra vez en la sala en penumbra y apuntando minutos y orden de la historia. No sé si el Baricco lo hizo en su casa, más bien creo que no lo necesitó, la historia crece como una mancha de tinta que se expandiera hasta los límites de su tela.
La gota cae en la primera imagen: una telefonista trabaja en una encuesta para los lectores de un cómic, la pregunta es “¿Mami Jane debe morir?”. Entonces llega la llamada de Gould, contesta Shatzy Shell y repite la pregunta. El chaval que es está disgustado, no está de acuerdo con la cuesta, entiendo como lector, le parece adbsurdo, mañana va a cumplir trece años. Llama para advertir, imagina que sus amigos, Diesel y Poomerang, van a ir hasta esa sala llena de señoritas y teléfonos para matarlos a todos, para hacerles pagar por la infame pregunta. A ellos les gusta mucho Mami Jane.
La historia crece. En la primera página ya están los personajes principales, luego el padre de Gould, la vida de Gould, El ama de Gould, Shatzy, sus amantes ocasionales, las afición de Gould por el boxeo, la ilusión de la telefonista por escribir un western.
Todo evoluciona, se enreda como se enreda la vida. Hay amor, hay problemas, hay alegría, una caravana amarilla que limpian todas las semanas en espera de encontrar un coche que tire de ella y los lleve a algún sitio, hay elipsis, hay huecos para que como lectores demos nuestras propias claves, ellas nos llevarán al final, a la conclusión.
Una frase que hubiera puesto en Twitter o algo así si no fuera porque era demasiado largo:
Así nunca se llega a ningún sitio.
Sería todo mucho más sencillo si no te hubieran inculcado esa historia de llegar a algún sitio, bastaría con que te hubieran enseñado, sobre todo, a ser feliz permaneciendo inmóvil. Todas esas historias sobre tu camino. Encontrar tu camino. Ir por tu camino. A lo mejor, en cambio, estamos hechos para vivir en una plaza, o en un jardín público, allí quietos, dejando pasar la vida, a lo mejor somos una encrucijada [...]
Un libro sobre la felicidad, no la fácil o la difícil, la única. Una vez Monique me dijo, en la puerta de una de una librería, que todos debemos escribir un libro.
—Deberías escribir un libro, tu propio libro —supongo que quería decir muchas cosas cuando dijo eso.
—¿Qué libro?— dije riéndome.
—Ese, por ejemplo— señaló al escaparate.
En una misma línea había varios libros con portadas parecidas, era seguramente una colección de libros de autoayuda, eso se llevó mucho en los años pegados al cambio de siglo. El que Veronique señalaba se titulaba Le bonheur.   

domingo, 16 de enero de 2011

Luis Antonio de Villena: Retratos (con flash) de Jaime Gil de Biedma (2005)

Lectura hasta tarde ayer. Lectura de una sola sentada que requiere un libro como este. Llegó a mí a través de casualidades: alguien había visto la película El cónsul de Sodoma, que no quiero ver por ese mismo impulso que me hace no ver películas de libros que me han gustado y para los que no quiero entremezclar mi imaginario personal con el de otro lector que es su director, o su guionista o lo que sea, y ese mismo me preguntó, sabía que la había leído, por la biografía de Dalmau y por este libro. Por cerrar temas El cónsul de Sodoma habla de la vida de Gil de Biedma, y además de no querer imaginar al actor como el poeta no voy a querer entrar en las disquisiciones de Dalmau, en las que sin duda entra el guión por las breves notas de los informativos, disquisiciones sobre la sexualidad. Ya sufrí el final de la lectura con una mezcla de confusión, y desconcierto al ver como entre el argumento el biógrafo apuntaba la homosexualidad como una opción de vida más relativa a la moda, y la heterosexualidad como una esperanza de salvación, una posibilidad que salva del pecado. No sé, había algo detrás de todo eso que yo sentía grosero, infame. Cerrado el tema.

Busqué en internet el libro y lo encontré en la segunda librería en la que probé suerte. No había leído nada de Villena. Una vez estuvo al lado de un amigo que también firmaba en la Feria del Libro y charlamos un rato, pero la persona y lo que ha escrito nada tienen que ver, o así debe de ser.

El librito, un breve repaso por algunos encuentros con el autor está más o menos bien escrito. Digo “más o menos” porque mis expectativas buscaban otra cosa. Las ochenta escasas páginas del libro lleno de interlineado, interletrado y márgenes produce un pequeño placer estético, por ser materialmente bello, pero luego queda el sabor de boca de alguien a quien le han quitado el plato sin aviso a la tercera cucharada.

Mis expectativas estaban justificadas por las páginas previas de presentación de Ana María Moix, que me habla de un Gil de Biedma casi en edición de bolsillo, nos dice que con la lectura de estas páginas se vuelve a recrear. Pero lo que la Moix anuncia no está aquí, probablemente se revele en su memoria al leer estas páginas la persona que ella conoció: echo de menos cosas, ese retrato más vivo que ella promete en el prólogo:
Aquí, en estas páginas, he vuelto a ver, a oír, al hombre inteligente, sarcástico, divertido, irónico y brillante que fue.
Y sigue, pero tal vez sea ella la que no se ha enterado de que va este libro dejándose llevar por sus recuerdos. Alguien debería habérselo advertido.

Me ha gustado el libro, ya digo, pero esperaba tras las palabras iniciales una visión total, una forma de ser casi transmitida de manera milagrosa. El milagro de la literatura. Y es más que un retrato con flash, diría yo, una reproducción de imágenes en fuga. Creo que eso quería hacer Villena.  No buscaba el amarillismo, sólo quería que la literatura me acercase la forma de ser de la que tanto han hablado quienes le conocieron, esperaba el magnetismo, el ser humano suyo.

lunes, 3 de enero de 2011

J. M. Coetzee: Elizabeth Costello (2003)

Bueno, Lorena Escudero me convenció de que le de otra oportunidad a la literatura de Coetzee. Pienso: al fin y al cabo tal vez mi problema con Desgracia fue el exceso de expectativas.
Aquí ya venía sin espera, aunque tal vez la espera ha ido mermando en la lectura, porque mientras em gustaban cosas seguía sin encontrar los grandes hallazgos de los que me hablan los críticos.
Yo veo: mucho bueno de Milan Kundera, y cierto tono de otro relato del que no puedo hablar porque no es tiempo todavía. Pero del otro lado están pasajes tediosos que, no sé —pueden llamarme idiota cuantos así lo consideren— si es una mera forma de llenar páginas. Hablo del curso en el barco: por mucho que introduzca el tema de la literatura negra en áfrica. Hablo de las curiosas y aburridas conferencias de la vida de los animales.
No sé, Supongo que merece esa literatura una lectura de la más nombrada de sus obras, Vida y época de Michael K.
Me quedo pensando que por mucha crítica o palabra que apoye a una obra, lo que no está en la obra no está, no es. La obra está desnuda ante el tiempo. Sigo esperando que las palabras, aquí, salten. 

sábado, 1 de enero de 2011

Don DeLillo: Jugadores (1977)

Pam y Lyle recuerdan en las primeras líneas a la pareja de Perec en Las cosas, tal vez compulsivos en otras cosas, pero pareja de una clase media que tiene, como Jérôme y Sylvie, la necesidad de una vida fuera de la línea recta que ordenan sus necesidades. Habrñá siempre algo, una emoción, que los marque, que imprima una señal en su ser que los diferencie de los otros, peones sobre el tablero.    
DeLillo construye sus personajes con retazos, y luego, casi un susto, nos describe físicamente al personaje principal:
Tenía el cabello pajizo y era alto. Era el socio más joven de la empresa. Aunque nunca había usado gafas, siempre aparecía alguien que se empeñaba en preguntarle qué había sido de sus gafas. Algo había en su serenidad, quizás en su prácticamente innegable amaneramiento, que daba a entender lo apropiado de que llevara gafas. 
Me gustan sus procedimeintos narrativos, como decía Ángel González. Me gusta la descripción del apartamento, el entendimiento intuido, los detalles aleatorios entre los dos: la compra de la fruta, el destello de la televisión en la oscuridad... magistral la forma de transmitir la intimidad erótica. Las escenas de sexo en DeLillo son fabulosas, porque son gráficas sin ser explícitas, son eróticas con los mismos instrumentos con los que otros escriben pornografía. No sé.
Tal vez no he entendido o no he esperado la segunda parte. Es verdad que está apuntada desde el principio, con el asesinato de las primeras páginas,pero puede que me aburran los tramos de intriga casi policíaca, esta horda del género negro que ahora lo convierte todo en trama e investigaciones. Siempre estuvo ahí, y tal vez es ese descontrol de los personajes, ese suelo que desaparece de los pies ante el crimen, lo que gusta al escritor, lo que fuerza la capacidad de estos personajes de Jugadores.
Me ha cansado el final, por la trama, por los personajes que se descabalan, por la pérdida que mucho de lo bello que constrube la primera mitad y que se desdibuja en la segunda.
«El silencio nunca es completo, ¿verdad? La electricidad estática de la habitación. Los matices y murmullos inherentes», qué forma de describir lo de siempre pero sin serlo.
«Esa acumulación de sangre caliente», o «La mujer tenía una de esas sonrisas que deja ver las encías». Ahí está lo literario, lejos de la trama conspiradora que no quiere llegar a ningún sitio, las palabras siguen precisas. Qué último capítulo, pienso en el diez, luego la coda. está la velocidad, está la lentitud, meciéndose en el mundo contemporáneo, si eso significa algo.